Entierran a Mohamed Ali

 

El legendario boxeador Mohamed Ali demostró hoy una vez más su capacidad para unir a personas de diferentes razas, religiones e ideologías en un emotivo funeral en su ciudad natal, Louisville (Kentucky), en el que fue despedido como "un soldado universal".

 

"Ali fue un soldado universal de nuestra humanidad común" que decidió "escribir su propia historia", aseguró el expresidente estadounidense, Bill Clinton, amigo personal del boxeador y quien cerró la ceremonia multi-religiosa celebrada en el pabellón KYC Yum Center de la ciudad, a orillas del río Ohio.

Clinton señaló que Alí fue una inspiración "tanto dentro del cuadrilátero como fuera", al citar su batalla contra la enfermedad del Parkinson que le mermó durante décadas.

En concreto, el expresidente reconoció haber llorado "como un bebé" cuando el excampeón colocó la antorcha olímpica en los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996, ya visiblemente aquejado de la enfermedad.

La ciudad ha estado volcada con la despedida a su gran "héroe", en palabras del alcalde Greg Fischer, con multitud de actos de homenaje y recuerdo.

Allí miles de personas se concentraron para rendir homenaje ante la casa bajo gritos de "¡Ali, Ali, Ali!" y "¡Bienvenido a casa, Campeón!".

"No se mordía la lengua. En el ring, y fuera del ring, era único", subrayó a Efe Halvor Silcott, vecino del barrio.

Silcott remarcó cómo los tiempos han cambiado en Parkland desde que Ali logró la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960, cuando apenas contaba con 18 años.

"Antes era un barrio de negros, decían que era de clase media negra, pero era básicamente de negros. Antes había el problema de la segregación. Ahora son otros: drogas, alcohol, bandas. El boxeo fue lo que le permitió salir", subrayó.

Los presentes, todos con camisetas con algunas de las grandes frases del Ali y combatiendo el implacable sol veraniego, remarcaban cómo seguía siendo un ejemplo para mayores y pequeños.

Malik, un muchacho de apenas 12 años, llevó sus guantes de boxeo y una vez pasada la comitiva oficial, se dedicó a ensayar golpes a modo de pequeño homenaje.

Fue en el 3302 de Grand Ave donde Ali comenzó a entrenar y andar en bicicleta rumbo al gimnasio de la ciudad.

El robo de una bicicleta nueva, contó el propio Ali, fue lo que le llevó a decidirse por el boxeo y al inicio de una carrera de éxitos de difícil comparación en la historia del deporte.

Especialmente, si se tienen en cuenta los obstáculos que tuvo que enfrentar en la década de 1960 por su oposición frontal a la Guerra de Vietnam y su negativa a ser llamado a filas, lo que conllevó la retirada de su pasaporte y de su licencia para competir.

En la cumbre de su carrera, entre los 25 y los 29 años (1967-1970), estuvo sin pelear, pero logró regresar cuando el Tribunal Supremo de EE.UU. falló a su favor en 1970 argumentado que su renuncia estaba protegida por el derecho a la libertad religiosa.

Volvió entonces a los cuadriláteros y logró recuperar la corona mundial de los pesos pesados en dos ocasiones más, algo que no ha conseguido otro boxeador, con dos de los combates más fascinantes de la historia, como el de Kinshasa de 1974, contra George Foreman; y el de Manila en 1975, contra Joe Frazier.

Tras colgar los guantes, se convirtió en un activista por los derechos civiles y viajó por todo el mundo impulsando la paz y el entendimiento cultural y religioso.

En la última década, y con su condición de salud empeorada por la avanzada edad y los años de lucha contra el Parkinson, redujo notablemente sus apariciones públicas.

Desde esta tarde, los restos del considerado "el boxeador más grande de la historia" reposarán en el cementerio de Cave Hill, a las afueras de su querida Louisville.