Un fogonazo de Luis Suárez acabó con la pesadilla azulgrana en su trilogía con el Athletic de Bilbao. Un golazo que le sirve al Barcelona para coger aire en el Everest que se le vislumbra hasta que llegue el 1 de enero y pueda reforzar su plantilla. No jugó bien el campeón de Liga, aunque no lo pasó tan mal como en la Supercopa.
De los últimos enfrentamientos, sin duda, fue el más flojo. Como si hubiesen firmado un día de tregua, el partido discurrió con una parsimonia inusual, casi impropia para dos equipos que presumen de voracidad cada uno a su estilo.
Baste con decir que en la primera parte el Barcelona solo disparó un par de veces a puerta, mientras que su rival lo hizo en una. Uno de esos tiros fue un penalti que paró Iraizoz a Messi, una jugada que no debió resolverse así porque antes Luis Suárez estaba en fuera de juego antes de que le hiciesen la falta.
Las señales dejadas por el Barcelona hasta ese momento fueron algo preocupantes y refuerza la teoría de la ‘messidependencia’. Leo estuvo ausente muchos minutos y eso es un peligro. Para colmo azulgrana, Dani Alves se lesionó y tuvo que ser sustituido antes del descanso. Y como a perro flaco todo le son pulgas, Busquets también tuvo que ser cambiado por lesión en la segunda parte y Luis Enrique volvió a reordenar el equipo.
Con el tanto de Luis Suárez, el Athletic se tiró hacia adelante y el Barcelona tuvo más espacios. Un escenario que favorecía a los visitantes, que carecieron de ideas ante la escasa respuesta física de los locales, que acusaron el compromiso en la Europa League.
