Aunque apenas quedaba un hilo de vida, el corazón no quiso dejar de latir. Puede que fuera la última noche de Champions, pero había que vivirla como la primera. Como si el Chelsea no hubiera apabullado al Qarabag. Como si los octavos no pendiesen de poco menos que un milagro.
El resurgir de Griezmann, de vuelta a su rutina habitual, la del gol, la de la magia, trajo consigo la primera victoria del equipo en Europa. Una catarsis que puede haber llegado algo tarde. Porque los octavos pasan por Londres pero, sobre todo, por Roma en esa última jornada. «Lo más lindo de la vida es que hay situaciones que uno no espera», lanzó Simeone en la previa. Y eso es lo que le queda al Atlético, en su día más grande del curso por el momento. Y es que sin que hubiera echado a rodar el balón, algo había cambiado desde el derbi. Con Griezmann aún el túnel, a punto de saltar al césped, la grada empezó a corear su nombre como en aquella época feliz en la que tiraba sin complejos y con acierto del Atlético. Y ya con el partido en marcha cambió también que el francés volvió a tirar a puerta, requisito indispensable para acercarse a la redención del gol. Trató de probar un par de veces a Alisson pero ninguno de sus disparos encontró portería. En una noche como ésta, tal vez era lo de menos. Lo importante era recuperar a la estrella y por eso su nombre volvió a resonar en cada rincón del nuevo estadio, como tantas veces ocurrió en el Calderón. Aplaudiendo a rabiar cada sprint imposible o con cada viaje a su área para echar una mano a la defensa.
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— Atlético de Madrid (@Atleti) 22 de noviembre de 2017
Hubo un primer acto en el que la Roma merodeó por el área gracias a las incursiones de Perotti por el lateral de Thomas, pero sin apenas agitar el pulso de Oblak. Trató de encontrar el camino el Atlético en los primeros minutos desde el atrevimiento de Carrasco, de nuevo en el once titular. Lo intentó por derecha e izquierda, buscando a Torres, Griezmann e incluso a Koke. Pero sus centros murieron en gritos ahogados, con los rematadores a un palmo de sus inventos.
Gol anulado por mano
Estalló el Metropolitano al borde del descanso, con un zapatazo de Augusto Fernández desde fuera del área que, tras tocar en un defensa, despistó a Allison. Pero la fiesta se apagó rápido porque había cortado el balón con la mano en la jugada previa. El argentino, que se había quedado fuera de la convocatoria, fue llamado a última hora por Simeone tras la lesión de Juanfran para el rediseño del centro del campo. Su debut este año en la Champions arrancó con imprecisión, llegando tarde a los balones, pero fue cogiendo cuerpo con el paso de los minutos e incluso se asomó con frecuencia al balcón del área.
Fernando Torres intenta llevarse el balón ante Gonalons. JAVIER SORIANOAFP-PHOTO
Como de la noche no terminaba de ponerse de cara, a media hora del final, Simeone decidió que era el momento de sacar toda la artillería. Correa y Gameiro se unieron al nutrido frente de ataque para intentar tirar abajo esa portería de la Roma que tantos quebraderos de cabeza les dio en la ida y volvió a hacerlo un par de meses después, ya pendiendo de un hilo de vida casi invisible en la Champions. Agitó el partido ese último toque de corneta del técnico argentino y unos minutos después llegó lo que puede ser considerado como un pequeño milagro en el Wanda Metropolitano. Cuando el balón parecía perderse por la línea de fondo, apareció la bota de Correa para colgarla al corazón del área. Allí esperaba templado Griezmann, que fue siguiendo con la mirada la trayectoria del esférico y garabateando en su mente un hermoso remate. Y el francés lo bordó. Se elevó frente al resto y con una media chilena majestuosa firmó la paz con la grada y, sobre todo, consigo mismo, poniendo fin a su peor racha goleadora con el Atlético.
La Roma jugó los últimos minutos con un jugador menos por la expulsión de Bruno Peres y de esa superioridad sacó partido Griezmann, que ya estaba desbocado. Mandó un certero pase al espacio a Gameiro, firmado también su particular redención. El punta, que ya dio una marcha más al equipo en el derbi, no tembló ante Alisson. Recortó, le tiró al suelo y casi sin ángulo firmó su segundo tanto de la temporada. Dejando claro que él no tiene pensado a marcharse. Aunque sea demasiado tarde en Europa, donde sólo un milagro puede salvar al Atlético.
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